Rema tu
Propia Canoa
o
Consejos a los muchachos
(Paddle your own canoe or Tips for boys)
Por Lord
Baden-Powell de Gilwell
Capítulo 23
SACRIFICIO PROPIO
Héroes del
Antártico
Todo Scout conoce la historia de la muerte del Capitán
Oates que dio su vida para salvar a otros en la
expedición del Capitán Scott al Polo Sur; pero la
historia completa de su vida ha sido relatada
últimamente por el Comandante Bernacchi O.B.E. Él
tituló su libro "Un Caballero muy Galante".
Porque así es como Oates fue descrito en la cruz, que
sobre su tumba colocó el Cirujano Atkinson para honrar
su memoria.
Oates había sido muy delicado de niño y es consolador
para cualquier muchacho enfermizo saber que cuando
creció fue un hombre joven excepcionalmente arriesgado y
fuerte. Era Oficial del Regimiento de Dragones de
Inniskilling que ahora forma parte de mi antiguo
Regimiento el 5o. de Guardias Dragonas (ahora conocido
como el 5o. Regimiento de Dragones de Guardias Reales de
Inniskilling).
Él era enormemente popular en el Regimiento porque era
un soldado muy activo, un magnífico deportista y amaba a
sus hombres y a sus caballos. Era adinerado y podía
costear una manada de galgos para el Regimiento, jugar
polo y navegar un yate. No tenía necesidad de trabajar,
pero más tarde mostró que era apto para cualquier
trabajo, sin importar cuán duro era.
En la guerra contra los Boers acababa de entrar al
servicio, y se distinguió rápidamente por su valor y
entrega. Mandaba una patrulla de media docena de hombres
cuando se encontraron con una fuerza Boer que abrió
fuego contra ellos. Dos de sus caballos murieron y varios
de sus hombres fueron ligeramente heridos. En dos
ocasiones los Boers le pidieron que se rindiera, pero
cada vez recibieron la misma respuesta: "'venimos a
pelear, no a rendimos". Vio que no tenía esperanza
de luchar contra un número mayor de adversarios, así
que dijo a sus hombres que se deslizaran del cerco uno a
uno mientras él seguía disparando para cubrir su
retirada. Cuando se retiraron a un sitio seguro y llegó
su turno de irse, un tiro lo hirió en la pierna. Los
Boers se retiraron pero él quedó todo el día en
agonía, hasta que llegada la noche, una partida de
rescate, lo encontró y lo llevó consigo.
Diez años después, en 1910, cuando se enteró de los
planes del Capitán Scott para ir al Polo Sur, se
ofreció como voluntario y fue aceptado. Del Capitán
Scott, el Comandante Bernacchi nos cuenta que, nueve
años antes había comandado la Expedición Nacional
Antártica en el "Discovery" (ahora Oficina
Nacional de los Scouts Marinos). Esta expedición había
regresado después de tres años con los más ricos
resultados geográficos y científicos jamás traídos de
latitudes tan australes. La tierra del Rey Eduardo VII
había sido descubierta y la Gran Barrera de Hielo había
sido medida.
El "Discovery" había permanecido congelado por
2 años al pie del Monte Erebus. Se habían obtenido los
más valiosos resultados científicos. Un viaje en trineo
al extremo Sur con el Dr. Wilson y el Teniente Shackleton
se había efectuado a las montañas y los valles que
llevan al Polo Sur. Los exploradores polares habían sido
hasta entonces marinos o científicos. Oates fue el
primer soldado aceptado para tal empresa, y representó
muy bien el nombre del ejército. Pero tomó una
posición muy humilde en la expedición; estaba a cargo
de 20 ponies que debían arrastrar los trineos del
equipo.
Se convirtió en su cuidador y caballerango, empresa
difícil en un barco atestado, con ponies de carácter
irascible en un mar tormentoso. Cuando desembarcaron en
el hielo de la Antártida, tuvo que enseñarles a tirar
de los trineos. Un pony especial era su favorito, un
diablillo llamado "Cristóbal". Cristóbal
quería comerse al que se le acercara, y si no te
alcanzaba con los dientes te lanzaba una patada feroz. No
permitía que se le colocara ningún arnés y por eso
tenían que derribarlo para hacerlo. Pero una vez con el
arnés, tiraba del trineo como los buenos.
Cuando la expedición desembarcó el 17 de febrero de
1911 y construyeron su albergue, distaba como 900 millas
del Polo Sur. Más lejos a lo largo de la Costa como a
400 millas de ellos, otra expedición de Noruega, bajo el
mando de Amundsen había desembarcado más o menos al
mismo tiempo, intentando también ser los primeros en
llegar al Polo. Así aunque ninguno de los dos grupos
sabía lo que el otro hacía, se estableció una especie
de carrera entre ellos. El grupo de Scott mandó trineos
con alimentos para ser depositados en diferentes puntos
de su ruta, pero era desesperadamente difícil trabajar
entre nieve, hielo y vendavales.
Al fin, cuando la larga obscura noche del invierno pasó,
la expedición avanzó al sur, unos doce hombres con
trineos cargados de alimentos y tiendas.
Viajaron al principio sobre unas 400 millas de hielo
permanente cubierto de nieve, luego subieron un macizo
montañoso sobre un glaciar de 160 millas de largo que se
eleva a 9000 pies sobre el nivel del mar. Una vez pasado
esto estuvieron en la altiplanicie por otras 300 millas.
Pero las dificultades eran enormes. Había terribles
vientos y tormentas de nieve que enfrentar, mientras bajo
sus pies la nieve frecuentemente era blanda y profunda
con hoyos y fisuras en los que, los hombres, los ponies y
los perros estaban en peligro de caer; el hielo sobre el
que avanzaban era, en algunos lugares una masa de olas y
pináculos en los que tenían que vagar durante millas
para encontrar paso. No pasó mucho tiempo antes de que
los ponies estuvieran exhaustos y murieron, o tuvieran
que ser muertos para alimentar a los perros, lo mismo
sucedió a los perros por lo que finalmente los hombres
tuvieron que tirar de los trineos.
Cuando hubieron establecido los depósitos de alimentos
en los diferentes puntos, ocho del grupo fueron mandados
de regreso y se escogió a los 4 más fuertes para
acompañar al Capitán Scott hasta el intento final hacia
el polo. Fueron Wilson, Evans, Oates y Bowers.
Salieron el 17 de noviembre, fue una dura lucha para
ellos, pero sostenidos por la fe de ganar la carrera y
alentados por la incansable energía y fe de su jefe,
siguieron adelante, día tras día y semana tras semana
cruzando esas interminables llanuras de nieve. Al fin, el
17 de enero de 1912, vieron una bandera y sus corazones
se les cayeron al ver huellas humanas de perros y
trineos.
¡Amundsen había llegado antes que ellos!
Así habían llegado a su destino, el Polo Sur, pero fue
una amarga decepción encontrar que no habían sido los
primeros en hacerlo. Luego emprendieron el largo viaje de
regreso a su base, ya sin la esperanza de ser los
primeros en llegar al Polo, sino deprimidos por el hecho
de haber perdido en la carrera y que tendrían una dura
tarea antes de llegar de regreso.
Al mismo tiempo estaban llenos de admiración por
Amundsen, y se alegraban de que, de cualquier modo,
hombres de ambas naciones habían logrado la hazaña de
llegar al Polo.
De ahí en adelante lucharon desesperadamente por
regresar a su base durante las 900 millas que lo
separaban del campamento base.
Si el clima los hubiera favorecido, se las hubieran
arreglado para recoger los alimentos almacenados durante
el viaje de ida.
Pero el clima no los favoreció, los vendavales y
tormentas de nieve les impidieron avanzar. Semana tras
semana lucharon por seguir. La comida escaseó; uno tras
otro sufrieron de congelamiento. Finalmente Evans cayó,
sufrió un golpe y murió.
Apretaron filas y siguieron con dificultad hacia adelante
y aunque solo les faltaban 11 millas para el siguiente
depósito de alimentos, las violentas tormentas de viento
mortal helado y la nieve los detuvieron donde estaban.
Fue entonces cuando Oates hizo su auto-sacrificio que
nunca olvidaremos. Tenía los pies congelados. Sabía que
aunque luchara sólo podía ser un obstáculo para sus
compañeros. Si se quitaba sería una boca menos que
alimentar y quizá los otros podrían llegar al siguiente
depósito de alimentos.
Así que se arrastró hacia afuera de la pequeña tienda
hacia la cegadora tormenta y se dejó caer. Nunca lo
volvieron a ver. Dio su vida para que sus camaradas
vivieran.
Desgraciadamente el heróico sacrificio de Oates no
salvó a sus camaradas después de todo. Muertos de
hambre y congelados murieron todos juntos. Los encontró
una partida de rescate algunos meses más tarde, todos
acostados como si durmieran en su tienda.

Estatua del Capitán Scott por Lady Scott
El Capitán Scott
había llevado un diario de los acontecimientos día a
día, así que toda la historia de la gran hazaña la
conocemos, escribió:
"Nos apegaremos hasta el fin, pero nos debilitaremos
y por supuesto el fin no está lejos. Es una pena pero
parece que no podré escribir más".
En una carta también escribió:
"Estamos
débiles. Escribir es difícil. Por mi propio bien no
lamento este viaje que ha mostrado que los ingleses
soportan las dificultades, se ayudan unos a otros y
se enfrentan a la muerte con tal fortaleza como
siempre en el pasado".
Recuerda esas
palabras de "Siempre Listo". Si alguna vez son
necesarias, haz como Oates, Scott y sus valientes
camaradas, sufre las dificultades. Ayuda a los demás, y
enfrenta la muerte con valor, no te preocupes por tu
propia seguridad mientras cumples con deber.
FIN

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