Rema tu
Propia Canoa
o
Consejos a los muchachos
(Paddle your own canoe or Tips for boys)
Por Lord
Baden-Powell de Gilwell
Capítulo 21
AYUDA
Enseñada por un
elefante
Un gran cazador de elefantes que murió la semana pasada,
en una ocasión me contó, cómo disparo e hirió a un
gran elefante macho. El resto del rebaño, alarmado por
el disparo, huyó dejando al herido tambaleándose y en
malas condiciones. Un segundo disparo sólo lo hirió de
nuevo sin matarlo, pero el ruido apresuró la huida de la
manada con excepción de dos elefantes. Estos dos machos
estaban irritados y se detuvieron para mirar hacia
atrás. Viendo a su camarada tambaleándose e incapaz de
seguirlos, valientemente se encararon al temido fuego del
rifle y regresaron para ayudarlo. Se pusieron uno a cada
lado de él y apretaron sus pesados cuerpos contra él y
casi lo levantaron en vilo llevándolo lentamente lejos
del peligro.
Si hubieran sido soldados rescatando a un camarada a
riesgo de sus propias vidas en el campo de batalla
hubieran merecido la "Cruz de Victoria". Eran
sólo bestias salvajes, sin embargo nos dieron un ejemplo
de verdadera ayuda a un camarada en apuros aunque
tuvieron que enfrentar un riesgo para llevarlo a cabo.
Algunos de nosotros a veces no nos prestamos a dar la
mano a otros, aunque no haya riesgos, porque significa
tiempo y un poco de diversión. ¿Qué piensas de estos
personajes? Un día, el año pasado un viejecito en
bicicleta fue a la Oficina de Empleos del Departamento de
Trabajo en Washington para pedir hablar con el jefe
departamental. Él dijo que quería salvar a un ruso al
que se le había ordenado devolver de los Estados Unidos
a Rusia y que no quería volver porque lo fusilarían.
El Comisionado le dijo: "Lo siento, ¡no puede
hacerse! Él vino de Rusia y debe volver a Rusia".
Así que el viejecito se montó en su bicicleta y fue a
la Casa Blanca, la residencia del Presidente Roosvelt.
Ahí persistió diciendo que debía ver precisamente al
Presidente y a nadie más.
Finalmente el Presidente accedió a recibirlo y oír su
problema. El Presidente lo interrogó sobre su persona y
supo que era judío y había pedido prestado dinero y la
bicicleta para llegar desde Texas para abogar por el
ruso.
Así el Presidente dijo: "entonces supongo que este
ruso es judío y por eso te interesa, ustedes los judíos
se ayudan mucho".
"No", replicó el hombrecito. "Él no es
judío; es católico de la iglesia griega".
"Entonces ¿por qué quieres ayudarlo?".
"Yo no veo la cuestión religiosa de ese hombre, él
es un ser humano en apuros y eso basta para hacerme
querer ayudarlo".
El Presidente emitió la orden de que no se deportara al
ruso y que el Sr. Cohén se encargaría de él y le
conseguiría trabajo.
Bueno, ese Sr. Cohén era bien conocido en su ciudad
natal, Galveston, como un hombre que pasó su vida
haciendo buenas acciones para los demás. Si su cuerpo
era pequeño, su corazón era el mayor de la ciudad. Iba
haciendo el bien, ese era su hobby. Cuando oía que
alguien necesitaba ayuda garabateaba su nombre y
dirección en el puño de la camisa. Todos los días el
puño de su camisa tenía una lista y caminaba por la
ciudad, visitando a cada uno de los afligidos haciendo lo
que podía por cada uno de ellos aunque él era pobre.
Tachaba cada nombre de su puño cuando visitaba al
interesado y no se iba a su casa en la noche hasta ho
haber tachado todos los nombres de su puño. Él dijo una
vez: "muchos hombres hacen ejercicio jugando al
golf, yo lo hago ayudando a la gente".
Esto es lo que los Boy-Scouts están haciendo cuando
cumplen la Promesa Scout "ayudar al prójimo en
todas las circunstancias", eso es siempre, si les
conviene o no; sin importar el credo, clase social, o
país al que el otro pertenezca. No tienen puños de
camisa para escribir los casos que quieren resolver,
tienen las mangas enrolladas, listas para emprender
cualquier trabajo.
Pero usan siempre una pañoleta y en ella atan nudos para
recordarles la buena acción que tienen que hacer.
Pero en cuanto al Sr. Cohén, me quito el sombrero ante
él y me gustaría estrechar su mano ¿a ti no?

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